martes, 13 de diciembre de 2011

DEBATE SOBRE TOROS

Queridos amig@s: Después de un mes aproximadamente sin subir nada al blog, pues he dedicado toda mi energía mental en este tiempo a escribir un largo cuento de amor que aparecerá publicado en un libro colectivo el próximo mes de febrero coincidiendo con la festividad de San Valentín, vuelvo ahora a este espacio con una entrevista que me hizo en marzo de 2010 el periodista de La Región de Ourense, Héctor Díaz, sobre el controvertido y afilado tema de los toros, que tantas pasiones levanta siempre en nuestro país, y más en este año de prohibiciones que está a punto de finalizar. Que sirva en cualquier caso esta noticia para calentar la arena de esta plaza en que salgo a lidiar en solitario de cuando en cuando y a la que en breve compensaré de mis olvidos con una mayor presencia. Hasta pronto.  


sábado, 12 de noviembre de 2011

SELLO CON LA IMAGEN DE LA BASÍLICA DE NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ DE YAMOUSSOUKRO


Estimados amigos y amigas que compartís conmigo mis reflexiones, he estado pensando estos días en escribir un cuento de amor en que había que entrar en un castillo y para ello había que salvar un foso lleno de cocodrilos hambrientos, lo que demostraban enseñando los cuchillos y tenedores de sus bocas. Había que estar muy enamorado para saltar ese foso de un brinco, ya que por supuesto nadie tendía un puente levadizo para facilitar las cosas.
El caso es que pensando en esos cocodrilos, se me ha enfriado el ánimo y ya no me dan ganas de entrar en ese castillo en busca de mi princesa -me consuelo pensando que será como todas las princesas- ni tampoco de escribir el cuento. Al menos de momento. Y así, aterrorizado por los dientes de esos cocodrilos, he recordado los que vi en persona en un estanque cercano a la Basílica de Nuestra Señora de la Paz, en Yamoussoukro, la capital de Costa de Marfil, en el año 1999. Estos cocodrilos, sumergidos en el agua, asomaban solo la cabeza con la boca abierta, y así se estaban, quietos, absolutamente inmóviles, tan pacíficos como la Basílica, como si jamás hubiesen matado una mosca. Me impresionó esa sangre fría, esa paciencia por no desesperarse en busca de la comida, sabedores de que antes o después algo les entraría despistadamente en la boca, que se cerraría también con calma pero tan inexorablemente como los enormes bloques de piedra que protegen las entradas de las grutas encantadas.
Acompañado de Koffi y de Niagne, mis amigos allí, visité a continuación la gran Basílica, construida a modo de réplica del Vaticano. Dentro, no había un alma, y me quedé maravillado de las dimensiones de las naves y de los numerosos asientos corridos de preciosa madera que amueblaban el inmenso espacio. El sistema de iluminación era también extraordinario, y calculamos que encender las luces de la Basílica por unos minutos supondría un gasto escandoloso para un país en el que gran parte de la población carecía de alumbrado eléctrico.
Cuando salimos ya había anochecido, y me encontré con la sorpresa de que las inmediaciones del enorme edificio se encontraban iluminadas en un amplio radio por multitud de farolas que se adentraban por caminos abandonados casi en la selva. Dimos un breve paseo por ellos y Niagne, meneando la cabeza, señaló, mirando aquel despilfarro, que mientras la mayoría de las personas del país tenían que moverse de noche en la más completa oscuridad los agutíes disponían de grandes avenidas luminosas para corretear a gusto. A mí también esto me parecía una injusticia, no obstante la alta estima en tenía a los agutíes, que son unos roedores de lo más simpático; tanto los apreciaba que una vez me comí uno guisado en un restaurante de Bouaké, pero como también os estimo a vosotros no voy a recomendaros este plato, al menos a mí no me cayó nada bien en el estómago...Ya os contaré más cosas de este inolvidable país.

miércoles, 19 de octubre de 2011

"ASÍ ME PIERDO EN LAS CIUDADES" EN GALICIA EN EL MUNDO

El semanario de información general y especial para los españoles en el exterior (edición Europa y América) GALICIA EN EL MUNDO ha publicado en la semana del 10 al 16 de octubre del presente año 2011 la noticia de la presentación en La Coruña de mi libro "Así me pierdo en las ciudades". La inserto bajo estas líneas.



viernes, 7 de octubre de 2011

lunes, 3 de octubre de 2011

PRESENTACIÓN DE "ASÍ ME PIERDO EN LAS CIUDADES" EN LA LIBRERÍA ARENAS DE LA CORUÑA

Recién llegado de La Coruña, donde como sabéis presentamos el libro de relatos el pasado viernes 30 de septiembre en la Librería Arenas, coloco a continuación algunas noticias y fotos relativas al acto, así como el texto de mi presentación, ya que hubo algunas personas que me lo pidieron y no recuerdo el nombre de todas.


Belén do Campo asiste na Coruña á presentación do libro Así me pierdo en las ciudades, de Ramón Jiménez


A Coruña, 30 de setembro de 2011.- A delegada territorial da Xunta na provincia, Belén Do Campo, participou esta tarde no acto de presentación do libro de relatos Así me pierdo en las ciudades, do autor Ramón Jiménez Pérez. O acto tivo lugar na librería Arenas da Coruña.
Aparte da delegada, o escritor estivo acompañado polo catedrático de Literatura Comparada da Universidade da Coruña, Jose María Paz Gago, o arquitecto, Arturo Franco Taboada, e o editor e escritor, Basilio Rodríguez Cañada, que repasaron a súa traxectoria e comentaron a nova obra.
 





Queridas amigas, queridos amigos: Sobrecogido a la par que etéreo ante las palabras que acaban de pronunciarse, como hecho de aire al albur del viento en esta ciudad del viento, con gusto me subiría ahora mismo a una escoba y desaparecería tímidamente, es decir me perdería volátil más allá de la Torre de Hércules. Pero calculo que eso sería haceros gran descortesía, a vosotros que habéis venido hasta aquí esta noche para arroparme con vuestra presencia. De modo que aguantaré el tipo y procederé como corresponde y os merecéis, es decir me quedaré lo que haga falta para daros las gracias por acompañarme en este acto tan importante para mí. Así que gracias, de verdad, por estar aquí conmigo. Gracias también, de una manera muy especial, a Manuel Arenas, que acoge esta presentación en su Librería, de tanta solvencia y solera, donde tantas veces me perdí entre sus delicatessen en mi época coruñesa. Y por supuesto, las gracias más efusivas para mi editor, Basilio Rodríguez Cañada, quien haciendo honor a su apellido, Cañada, o sea Caña-da, ha sabido sacudirme el polvo literario a fin de poner a circular mis historias por las librerías de España. Las gracias son también para Chema Paz Gago, poeta y catedrático de Literatura Comparada que ha aceptado desde el primer momento, con gusto, el reto de perderse por estas ciudades mías, elevándolas así a la categoría de merecedoras de comparación con otras. Mi agradecimiento también a Arturo Franco Taboada, escritor y arquitecto, y al que por tanto juzgo especialista adecuadísimo en orden a valorar la construcción de mis edificios literarios. Y a Belén do Campo Piñeiro, delegada territorial de la Xunta en esta ciudad, porque me hace un gran honor al acompañarme en esta mesa al haberse atrevido como los demás a perderse por mis cuentos, varios de los cuales suceden aquí en La Coruña, es decir que de alguna forma están bajo su jurisdicción. Y las gracias, desde luego, a Cardigan Bridge, a mi querida Rebeca Ponte, coruñesa como muchos de los presentes y artista internacional que próximamente llevará su acústico a Manhatthan como artista invitada del Festival New York City, y que una vez más se arriesga a perderse por mis ciudades y no llegar a tiempo al avión al hacerme el regalo de su maravillosa música para que pueda compartirla con vosotros como colofón del acto.
Y ahora, a modo de introducción a estas ciudades mías de carne y hueso, aunque algunas medio invisibles también, os contaré, para satisfacer vuestra curiosidad, que corría el año de 1982, enero para más señas, cuando, a bordo del viejo fiat verde de segunda mano que me había vendido un obispo al que habían destinado a Damasco, entraba yo triunfal  en la muy noble y muy leal ciudad de La Coruña.
(Y hago aquí un inciso contuso, como decía el otro, para aclarar que, como el obispo había alcanzado, es de suponer, la ciudad de Damasco en avión, puesto que el coche me lo había quedado yo, no había podido por lo tanto caerse del caballo. En cuanto a mí, tampoco pude caerme del caballo camino de Damasco, aunque viajase en coche, que es el caballo de los tiempos modernos, ya que cabalgaba en él hacia La Coruña, adonde de hecho llegué).
Pues bien, lo primero que hice tras dejar la maleta en la habitación que previamente había reservado en un hotel fue acercarme a la playa de Riazor, besar sus chinitas con unción, y guardar un minuto de silencio por un caballito herido en una pata, un lejano caballo de ajedrez que debería haber volado hasta allí para curarse.
Y hago aquí otro paréntesis sobre la cuestión equina para precisar que aunque pueda advertirse cierta obsesión con estos cuadrúpedos, no hay tal, simplemente fue así  como sucedió.
Y en seguida empezó a pasar el tiempo, que esto es lo que tiene el tiempo, que pasa, y yo me acostumbré a perderme por la ciudad, como invisible, como un diablo cojuelo pero a pie (y algo cojo anduve también en algún momento).
 Una tarde en que me desplazaba tediosamente por la Plaza de María Pita, se me ocurrió, para entretenerme un rato, entrar en el vestíbulo del Ayuntamiento a mirar si me habían incluido en las listas del censo electoral, que estaban expuestas al público. Con gran satisfacción comprobé que sí estaba inscrito, sólo que a continuación de mi nombre, y aquí fruncí el ceño, figuraba la siguiente anotación: “NO SABE LEER NI ESCRIBIR”, en letras mayúsculas además. Desolado, busqué entonces consuelo en  el conserje, que patrullaba por allí, y éste, con gran sentido práctico, me animó diciéndome que mucho mejor así, pues de esta forma jamás me convocarían para formar parte de una mesa electoral.
Os confieso ahora, con la garantía que da la seguridad de los años transcurridos,  que este punto acabó siendo de inflexión en la peripecia de mi aprendizaje literario, ¡cuánta sabiduría, ay, vería yo más tarde encerrada en aquella escueta y  misteriosa línea anónima!, ¿pues sabía yo realmente leer, por ejemplo entre líneas, que es una de las lecturas más importantes de la vida? Y en lo tocante a la escritura, ¿sabía revelar cómo se merecía, sobre el blanco del papel, la imagen de esos personajes cuyas historias me conmovían hasta el desbordamiento incontenible de su comunicación a los demás? Porque si yo escribo es, entre otras cosas, para que las palabras no se las lleve el viento, porque me duele en lo más profundo que cuando se cuenta una historia de viva voz, por muy bien que se haga, el viento traidor acabe por llevársela de un manotazo. Escribo porque, como callado arqueólogo del tiempo, me gusta reconstruir trocito a trocito antiguas vasijas de memoria de sucesos y personajes olvidados. En este libro hay historias que fueron verdaderas, otras que fueron falsas o medio falsas, y algunas completamente disparatadas. Pero ahora ya son todas ciertas, porque cuando una historia cruza el Rubicón de su publicación, deviene siempre verdadera aunque antes fuera falsa. Este es uno de los grandes misterios de la literatura. Aquí, en este libro, volveremos a vivir la historia de Suso el Chapas, a quien seguramente conocisteis muchos de vosotros; podremos encontrarnos de nuevo con Fina en su taberna y escuchar la fantasmal historia del marinero; entrar en el Patacón, otro bar de innumerables recuerdos, y tropezarnos con Darío, personaje eterno; y disfrutar también, como en el túnel de una feria de las tinieblas, de los bastonazos en la puerta del viejo calvo y desdentado de la estrecha de San Andrés; y si viajamos hasta Betanzos, naufragar una vez más en Los Caneiros; y, en Vigo, en su accidentado carnaval. Es posible incluso que más de uno se reconozca de perfil en alguna de estas historias.
De modo que admitir, como os digo, la certeza incuestionable de los muchos conocimientos que me faltaban por adquirir, así como abrir los ojos a la realidad de que siempre habría de estar afilando las armas de mi oficio, actuaría como un inmenso acicate que me llevaría a perseguir y aprehender, con hache intercalada, las ciudades con renovada fuerza y entusiasmo, como si de un permanente y maravilloso viaje a Ítaca se tratara. Especialmente esta de La Coruña, en la que tan inolvidablemente me perdí tantas veces. Como escribió D. Miguel de Unamuno, “¡es un encanto recorrer a la ventura las calles por una ciudad que no se conoce! Perderse y volver al mismo sitio, descubrir que este callejón lleva a aquella plazuela que ya vimos, satisfacer así a poca costa el instinto descubridor de nuevas tierras”. En mi caso, no creo que pueda decir que satisfice el instinto descubridor a poca costa; pero sí me atrevo a afirmar que la aventura valió la pena, y que, en el caso de esta ciudad, cuando 12 años después de mi llegada partí de ella, era fácil constatar que un poco bastante ya sí me había caído del caballo. Gozosamente, porque, como en el poema de Kavafis, mi recompuesto equipaje rebosaba de experiencias y de amistad. Y vosotros sois la prueba.

Deseo de todo corazón que os guste este libro, que apreciéis en él el amor que he puesto en cada una de sus palabras.

Muchas gracias.

Ramón Jiménez Pérez

La Coruña, 30 de septiembre de 2011  



miércoles, 28 de septiembre de 2011

NOTICIA DE "ASÍ ME PIERDO EN LAS CIUDADES" EN ATLÁNTICO DIARIO, DE VIGO

Así ha dado la noticia de la presentación de mi libro de relatos el próximo viernes 30 de septiembre en La Coruña este diario de Vigo. Se observan en ella algunas imprecisiones e inexactitudes sin importancia, como que el libro contiene 22 relatos, cuando son 27, así como que el protagonista de "Payasadas" encuentra un libro en la biblioteca pública de la ciudad, cuando en realidad fue en un domicilio particular.  



“Unos carnavales muy divertidos en Vigo con unos amigos inspiraron el relato”
Ramón Jiménez, Escritor sobre Vigo en “Así me pierdo en las ciudades”
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ana baena - vigo - 27-09-2011
“Así me pierdo en las ciudades” es el segundo título de Ramón Jiménez (Ávila, 1957), que este viernes se presenta en Galicia.Con su primera obra, “Cuentos estructurados” ganó el premio Emilio Hurtado.
Ramón Jiménez, un madrileño enamorado de Galicia.
Aunque reside en Madrid, pasa los veranos en A Coruña, con escapadas habituales a la ciudad. De ahí que en su propuesta literaria, donde hay 27 relatos cortos localizados en una ciudad determinada, las urbes gallegas tengan una presencia importante. En el caso de Vigo centra el cuento “Payasadas”. A unos días de viajar a tierras gallegas, adelantó para este diario algunos detalles de su libro, que ya está disponible en librerías.

¿Por qué un madrileño localiza una historia en esta ciudad?
He vivido muchos años en Galicia, y en una ocasión visitaba a unos amigos durante los carnavales de Vigo, lo pasamos realmente bien. Fueron muy divertidos. El relato lleva por título “Payasadas” y narra la historia de unos colegas que participan en una comparsa.
La crítica quiso ver en esta narración un guiño a un escritor norteamericano.
Es un homenaje a Kurt Vonnegut, quien escribió una novela llamada “Payasadas”. Uno de los protagonistas se pasa toda la historia buscando ese libro, que finalmente encuentra en una biblioteca pública de la ciudad.

La imagen que refleja de Vigo, ¿se corresponde con la realidad o está distorsionada por la ficción?
La última vez que estuve en Vigo fue este verano y creo que se corresponde bastante. Entre las localizaciones que aparecen están las zonas portuarias, bares de copas como “No se lo digas a mamá”, algunos restaurantes típicos e incluso el hospital Xeral. Pero en los 22 relatos hay algunos que suceden en ciudades imaginarias o en lugares que no se corresponden con la realidad.

De Galicia
, escribe sobre Vigo y A Coruña, pero en la portada aparece saliendo de una alcantarilla en el zona vieja de Ourense.
El autor de la fotografía es de Ourense y quiso situarla ahí. Yo lo único que le pedí es que tuviese un carácter urbano.

Este no es un libro de viajes, pero sus historias están vinculadas a sus ciudades, ¿cómo surge la inspiración?
En la mayoría de los casos es porque en cada lugar hay personajes conocidos por todos, un poco raro y entrañables. En A Coruña es el caso de Suso, el chapas.



jueves, 22 de septiembre de 2011

PRESENTACIÓN DE "ASÍ ME PIERDO EN LAS CIUDADES" EN LA CORUÑA

Inserto a continuación la convocatoria para la próxima presentación de mi libro de relatos en La Coruña.






Queridos amigos:

El viernes 30 de septiembre de 2011, a las 20.00 horas, tendrá lugar la presentación del libro Así me pierdo en las ciudades, de Ramón Jiménez Pérez, publicado por Pigmalión Ediciones, en la Librería Arenas (Cantón Pequeño, 25. 15003 A Coruña. Tel.: 981 222 442).


Intervendrán en el acto:

Belén María do Campo Piñeiro, delegada territorial de la Xunta de Galicia en A Coruña,
José María Paz Gago, catedrático de Literatura Comparada de la Universidade da Coruña,
Arturo Franco Taboada, arquitecto y escritor,
Basilio Rodríguez Cañada, editor y escritor,
y Ramón Jiménez Pérez, autor del libro.


Al final del acto tendrá lugar la actuación de la cantautora Cardigan Bridge.

Os esperamos.



Pigmalión Edypro
C/. Bravo Murillo, 123 - 3.º Izda.
28020 Madrid
Teléfono: 91 535 41 13 - Fax: 91 535 70 53
Correo electrónico: info@pigmalionedypro.es


Ramón Jiménez Pérez (Ávila, 1957) publicó su primera narración breve en 1977 en El Diario de Castilla, y en 1979 y 1982 obtuvo el Premio de cuentos Pluma de Oro de Alcorcón. Tres cuentos suyos figuran en la Antología del cuento español, 1985, de la Society of Spanish and Spanish-American Studies. En 1987 la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León editó su primer libro de relatos cortos, Cuentos estructurados, ganador del V Concurso para Libros de Cuentos “Emilio Hurtado”. En octubre de 2010  ganó el concurso de microrrelatos “El cultural.es. Cuenta 140”, y en marzo de 2011 el I Premio de microrrelatos temáticos Hipálage.
El arte del origami constituye otro de sus pilares creativos, y ha escrito sobre él y realizado diversas exposiciones.
Licenciado en Derecho por la Universidad Complutense, desde 1993 es coordinador de actividades culturales en la Delegación de la Xunta de Galicia en Madrid.
Podrán conocerle mejor a través de su blog: http://enlasciudades.blogspot.com.

Así me pierdo en las ciudades
Siempre he pensado que quien aspire a ser escritor debe contar con dos cualidades que coincidan y se complementen armoniosamente en su persona: por una parte, vocación suficiente, es decir, la posesión de esa voz misteriosa que nos anima y obliga a seguir un camino. Por otro lado, aptitud suficiente para seguir ese camino con ciertas posibilidades de éxito.
Dos condiciones que, afortunadamente, se dieron  y continúan dándose en Ramón Jiménez.
Desde el año 1977, en el que publicó su primer cuento en el segoviano Diario de Castilla, Ramón ha venido publicando con cierta regularidad. En 1979 y 1982 ganó el premio Pluma de Oro de Alcorcón, y en 1986 el premio Emilio  Hurtado, con Cuentos Estructurados, convocado por la actual Caja España, así como en 1988 fue finalista del prestigioso Premio Herralde, de Anagrama, con la novela  Origami, y en octubre de 2010 ganador  del concurso de microrrelatos Elcultural.es “Cuenta 140” en su Semana II.
Así me pierdo en las ciudades abarca una serie de 27 relatos en los que el lector no sabe qué admirar más, si el ritmo, la agilidad y la precisión de la prosa o el envidiable  sentido del humor del que el autor hace gala en todas y cada una las páginas del libro. Tal vez, en efecto, el humor sea la mejor perspectiva que podemos encontrar en estos tiempos de crisis y confusión para comprender y acceder a un mundo que, paso a paso, estamos  convirtiendo en una dimensión prácticamente inhabitable. Menéndez Pelayo nos enseñó que el verdadero humorismo exige un espíritu poético capaz de elevarse a la libertad y a la filosofía. “Es una de las maneras más altas de considerar el universo”, dijo también.
Estamos convencidos de que Así me pierdo en las ciudades va a recibir los parabienes de la crítica más exigente de este país  y que  Ramón Jiménez, fiel a su condición de lletraferit (expresión catalana que podría traducirse al castellano como herido por las letras) continuará obsequiando a sus lectores con nuevas muestras de su talento literario. Demos tiempo al tiempo.
                                                  
                                                                                                                                                                                                                       Javier Tomeo

lunes, 19 de septiembre de 2011

CÓCTEL DE FLORES DE ORIGAMI

Querid@s amig@s:

   A fin de alternar en este blog noticias literarias y de origami, me agrada saludaros hoy con este jarrón de flores de papel que plegué según las técnicas del origami para una campaña de publicidad que hice para la Compañía Teléfonica Nacional de España (MOVISTAR)) hace 3 años. Este fue el primero de los bodegones que realicé, coincidiendo con el Día de la Madre. Fueron 8 las composiciones en total, que iré mostrando aquí poco a poco. 
Plegar estas flores (rosas, prímulas y dondiegos) fue una tarea hermosa y ardua, en realidad hice el doble de flores de las seleccionadas para la fotografía, pero como en todo hubo que escoger.
A las flores hay que añadir como piezas plegadas el jarrón, las hojas y la mariposa. Como puede apreciarse, no hay ninguna flor de color amarillo, lo que obedeció a razones estrictamente personales mías. En cualquier caso, para que el amarillo estuviera representado en la composición general decidí incluir entre las flores una mariposa amarilla, y esta es la razón por la que se ve a una pequeña mariposa volando entre las flores.
Los papeles que empleé para este trabajo, como luego para el resto de los "bodegones" que la Telefónica me encargó a través de una agencia de publicidad, son especiales para origami, de varias clases según los modelos y sus tamaños, y en su mayor parte de fabricación japonesa.
Espero que os gusten estas flores que ahora os regalo, a quienes ya habíais entrado en mi blog alguna vez, y a los que lo hacéis por vez primera, que sea para todos y todas una suerte de cóctel de bienvenida. 

domingo, 11 de septiembre de 2011

RESEÑA DE "ASÍ ME PIERDO EN LAS CIUDADES" EN EL CULTURAL DE EL MUNDO

A punto de finalizar oficialmente el verano, en la primera quincena del mes de septiembre, siguen sucediéndose las noticias sobre mi libro. La que inserto a continuación, la reseña del crítico Ángel Basanta, se publicó en la edición impresa de la revista El Cultural de El Mundo el pasado 9 de septiembre de 2011. Con anterioridad, el 5 de septiembre me entrevistaron para Radio Exterior de España. No me han dicho todavía, aunque quedaron en comunicármelo, cuándo se emitiría la entrevista, si bien creo que se colgará también en la red, con lo que se encontrará fácilmente a disposición de los internautas que la quieran escuchar.

Agradezco, como siempre, la atención que me prestan quienes dedican unos minutos a leer este blog. 

 El Cultural

Edición impresa |  LIBROS

Así me pierdo en las ciudades

Ramón Jiménez Pérez

Pigmalión. Madrid, 2011. 112 páginas, 16 euros

  • ÁNGEL BASANTA | Publicado el 09/09/2011
Ramón Jiménez Pérez (Ávila, 1957) es autor de obra literaria pausada y corta. Publicó sus primeros cuentos a finales de los años 70 y en los 80, década en que fue distinguido con premios como el “Emilio Hurtado” por Cuentos estructurados (1987). Ahora el autor abulense ha reunido sus mejores relatos escritos desde la publicación de Cuentos estructurados hasta la actualidad en Así me pierdo en las ciudades, con prólogo de Javier Tomeo e ilustraciones de Luis Ortés. Se trata de 27 narraciones cortas escritas con paciencia y sin prisas por publicar, en una callada labor creadora de 20 años.

Lo primero que salta a la vista en la lectura de estos cuentos es su variedad, rasgo esperable dada su gestación en diferentes épocas. Son representativos de la evolución literaria de su creador, desde unos textos atraídos por lo enigmático y lo misterioso hasta otros posteriores en los que priman la sencillez y una mayor potenciación del argumento. Para explicarlos en su conjunto me parece adecuada la breve introducción que sigue al prólogo de Tomeo. En ella se distinguen tres tipos de relatos: el primero está formado por “cuentos de transición” que siguen la anterior inclinación hacia lo enigmático y lo lírico. En el segundo grupo se descubre una visión de corte surrealista que no renuncia a la inteligibilidad de su desenlace. Ambos tipos de relatos abundan entre los del primer tercio del libro, con logradas manifestaciones de humor absurdo en “Así me pierdo en las ciudades”, que da título al volumen, o en “El hombre del puro clavado en el pecho”, donde se ponen de relieve la extravagancia y la arbitrariedad que orientan ciertas modas y costumbres en la sociedad actual. Lo fantástico y lo misterioso se intensifican en los extraños fenómenos de “El palacio encantado”, los embrujos de “Hechizos” y en la milagrosa transformación del protagonista de “Historia contada en una taberna”, relato singularizado por el empleo de las técnicas de la narración oral.

Los cuentos con mayor atención al argumento aparecen con más frecuencia en la segunda mitad. Los hay de diferente extensión, desde una página en “La mosca” hasta las siete de “La causa”, y con diversos asuntos y temas. Creo que “La mosca” es el mejor, porque reúne las virtudes de un buen microrrelato en su armónico maridaje de narratividad, tensión y arte de sugerir, con sorpresa final incluida, lo cual vuelve a revelarse en “Se aceptan propinas”. Y también merece ser destacado, entre otros pergeñados en la depuración de materiales de historias más o menos conocidas, el titulado “Payasadas”, en el que su autor rinde homenaje al magisterio de Kurt Vonnegut.

Hay en estos cuentos buenas dosis de ironía y humor proyectadas en una mirada agridulce sobre múltiples aspectos de la vida diaria. Y algunas caídas en lugares comunes pueden compensarse con el hallazgo de imágenes como la del sol vespertino en el invierno de Ávila, “como un as de oros metido en hielo” (p. 21) y con el ingenio verbal en juegos de palabras como “filibustero-felizbustero” (pp. 29-30).

jueves, 21 de julio de 2011

LAS MÁSCARAS DE DIABLO

En la solapa de “Así me pierdo en las ciudades” figura, como otro dato de mi currículum, que, además de a la literatura, dedico parte de mi energía creativa al arte del origami. Hasta ahora, en el corto tiempo de existencia de este blog, no había hecho aún referencia alguna a este arte del plegado del papel, que así es como se conoce internacionalmente el origami, en España también como papiroflexia. Si me decido ahora a abordar este tema, es porque pienso que la visión que tengo yo del origami, como practicante del mismo, es decididamente literaria.
Por ejemplo, en el artículo de prensa que inserto a continuación, con su correspondiente traducción del alemán, puede verse que la noticia tuvo su origen en una máscara de papel plegado que realicé para el pueblo de Triberg, en la Selva Negra, a propósito del característico carnaval que tiene lugar en esa población, en que a una hora determinada de la noche baja en procesión, a la luz de las antorchas que portan, una larga comparsa de disfrazados de diablos recubiertos de bolas de acero de distintos tamaños bailando una danza grotesca. Estas bolas, huecas por dentro, actúan a modo de grandes sonajeros chirriantes que acompañan todo el tiempo a los danzantes. Cada detalle de las máscaras y del traje de estos tiene, por supuesto, un significado, pero por ahora no entraré en ellos. Sí quiero significar, por el contrario, que el diablo es, en mi opinión, un asunto muy literario. Sin ir más lejos, y aunque no lo haya incluido por diferentes razones en “Así me pierdo en las ciudades”, tengo que decir que yo mismo he escrito un relato con este tema titulado “Un hijo del demonio”. Es un relato ya acabado que formará parte de la próxima entrega de cuentos que dé a la imprenta. Es cierto también, como dice el artículo, que tengo una colección de máscaras, muchas de ellas de diablos, y no porque las haya buscado expresamente sino porque como todos sabemos el diablo se te aparece cuando quiere, aunque sea en forma de máscara para un amante de las máscaras cuya compra no puede rechazar, máxime si éstas proceden de lejanos países y presentan una notable elaboración artística. Por supuesto que no todos son diablos o diablesas en mi colección, también hay ángeles, y quiero pensar que los ángeles son siempre más poderosos que los demonios. Además, la representación del demonio en una máscara es, para mí, una forma de vencerlo, de atraparlo en unas facciones definidas a las que atenerse. Es bien sabido que una de las artes diabólicas consiste en la falsedad de su aparición ante nosotros, en el ofrecimiento de su mejor cara con el fin de confundirnos. Por ello, qué mayor humillación para este infernal ser que mostrarlo tal como es, obligarlo a enseñar su verdadera faz. Esta es mi particular visión de las máscaras de diablo, que no pretenden la exhibición del mal sino todo lo contrario, es un esfuerzo literario y artístico, es decir un esfuerzo del alma por su control. Quiero pensar también en que esta es la función del único monumento que hay en el mundo dedicado al diablo, la estatua del “ángel caído” en el Parque del Retiro de Madrid.
Por cierto que esta tarde, dentro de pocas horas, voy a ver al “hijo del demonio”. Os aseguro que me mostrará su mejor sonrisa, y yo a él, por supuesto…    



SÜDKURIER / SCHWARZWALD

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Artículo del diario SÜDKURIER / Selva Negra / Alemania








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Triberg   02.04.2011 
Una máscara de diablo muy especial
Orgulloso muestra Volker Fleig la figura plegada en forma de una máscara de diablo del artista de origami Ramón Jiménez, de Madrid. “Ramón nos la ha entregado personalmente”, dice el maestro de ceremonias de la cofradía de los carnavalescos.
Pero ¿cómo es que un artista de origami de España llega a recrear el diablo de Triberg según el arte del plegado del papel?
En el verano de 2007, Ramón Jiménez y su pareja Lioba Simon Schuhmacher, que nació en Colonia y que ahora vive con el artista en Madrid, viajaron a la Selva Negra. Tras una visita a las cataratas inspeccionaron el Museo Etnográfico y descubrieron las piezas del carnaval. La del diablo despertó enseguida un especial interés en el artista. En su casa de Madrid, Ramón Jiménez alberga una gran colección de diversas máscaras de diablos del mundo entero. De manera espontánea ambos se informaron sobre las costumbres carnavalescas de Triberg y decidieron presenciar el desfile de antorchas de los diablos de Triberg en cuanto tuvieran ocasión.
Dos años después se cumplió el sueño de Ramón. “Cuando llegamos el miércoles, para nuestra alegría, Triberg se encontraba cubierto de una espesa capa de nieve”, recuerda sonriente Lioba. Ya el miércoles por la noche ambos se sumaron a la ‘búsqueda del muñeco del carnaval’ (Fasnetsuche) y acabaron en el Ayuntamiento, donde al instante fueron integrados por los ciudadanos de Triberg, al son de su alegre fiesta.
Contagiados por la bulliciosa carnavalada y la calurosa acogida, surgió una amistosa relación entre los visitantes de España y el gremio carnavalesco. Ramón Jiménez dejó huella con sus artes de plegador. En cuestión de minutos surgieron pequeñas obras de arte: hombrecillos y ratoncitos llenaron las mesas y fascinaron a los observadores.
A su vez él estaba tan impresionado por las máscaras rojas de diablos en madera de tilo que, con la ayuda del diablo mayor Armin Effinger, adquirió una para decorar su hogar en Madrid. Desde entonces ésta saluda con su característica sonrisa amable a los invitados nada más cruzar el umbral.
En su despedida Ramón anunció que iba a plegar una máscara de diablo en papel según el original que llevaba consigo. En 2011 cumplió su promesa y trajo la obra plegada, enmarcada y bajo cristal. Orgullosos recibieron Volker Fleig y sus cofrades carnavalescos la figura en papel rojo y dorado. Impresionados contemplaron la obra, hecha de una sola pieza. Por su parte, agradecieron el regalo con un detalle para el artista y su pareja. “La máscara surgió en el verano, durante una tormenta”, comentó Jiménez con una sonrisa pícara. Ya ni se acordaba del número de pliegues a que sometió al papel para completar la obra. Dos días había tardado en conferir a la efigie su aspecto definitivo.
“Colocaremos la máscara en un lugar honorífico en la sede de nuestra cofradía”, dice Volker Fleig. Ramón Jiménez y Lioba Schuhmacher se encuentran muy a gusto en la ciudad de las cataratas. Les encantaría tener ocasión de volver de nuevo en verano para explorar la ciudad y sus alrededores en excursiones a pie, pero seguramente, en cuanto les sea posible, volverán al desfile de las antorchas en época de carnaval.

Pie de fotos: 
1. El maestro de ceremonias de la cofradía de los carnavalescos Volver Fleig muestra la pieza del artista de origami Ramón Jiménez Pérez.
2. El artista de origami Ramón Jiménez Pérez con la máscara del diablo de Triberg.

Traducción de Katarina Ojeda / Lioba Simon Schuhmacher


lunes, 11 de julio de 2011

RESEÑA EN LA REVISTA LEER

En el nº 224 de la revista LEER, extra de verano correspondiente a los meses de julio y agosto de 2011, aparece -en las páginas 92 y 93- esta reseña de Así me pierdo en las ciudades.

martes, 28 de junio de 2011

MI PRIMER CUENTO

Reproduzco, tras unas reflexiones acerca de mi actividad literaria, el primer cuento que escribí en mi vida: "SUSANA, EL PAYASO Y LA CARPA MÁGICA", publicado el 7 de enero de 1977 en El Diario de Castilla.


MI PRIMER CUENTO

A raíz de la publicación de mi libro de cuentos “Así me pierdo en las ciudades”, algunas personas vieron reforzada su convicción, y a bordo de ella me abordaron, de que había empezado yo a escribir recientemente, ayer como quien dice, pues lo único que sabían de mi actividad literaria era que en los últimos tiempos me gustaba componer microrrelatos. El hecho de que con estos pequeños textos hubiera ganado un par de premios el año pasado no mejoraba las cosas, por el contrario corroboraba su idea de que la suerte del principiante me acompañaba en este 2011 de manera clara, inequívoca e incluso excesiva, ya que editar un libro entero de relatos inmediatamente después de haber logrado unos pocos microrrelatos no suele encajar muy bien con la difundida creencia de que si escribir es difícil editar un libro lo es aún más.
Pues bien, he tenido que explicar a esas personas –algunas ni siquiera habían alcanzado a saber que escribía microrrelatos, sino que pensaban que no escribía en absoluto- que llevo prácticamente toda la vida escribiendo, y que si ellos desconocían esta actividad mía ha sido por la sencilla razón de que de unos años a esta parte no me había parecido oportuno divulgarla, pues no quería resultar pretencioso a los ojos de nadie. Siempre, en el último momento, o he callado o me he ido por las ramas de otras aficiones, como la del origami o papiroflexia, con que me he enmascarado o despistado a la hora de la verdad de mi verdadera pasión. Es cierto que muchos no tienen empacho en decir a la menor ocasión que son escritores, entre otras razones porque lo son, y de hecho en mi trabajo he de consignar este dato a menudo a la hora de preparar las actividades culturales que gestiono. Además hay muchas clases de escritores, no sólo de ficción, como ocurre con preferencia en mi caso. Yo, para bien o para mal, he sido más comedido. Como mucho, he dicho en alguna ocasión un “yo también escribo”, en voz baja, para no molestar al interlocutor. Y esa frase mía no ha solido pasar de ahí, pues o bien no ha sido captada por el oyente o bien ha sido malinterpretada, pues si no se tiene ocasión o interés en profundizar en las palabras “yo también escribo” quedan éstas revoloteando en la retina mental del interlocutor como tres moscas insignificantes que en seguida se trata de apartar de la visión del pensamiento.
Pero ahora ya no me queda otro remedio que hablar con sinceridad. Y así contaré que mi primera narración breve de hechos ficticios apareció en “El Diario de Castilla” el 7 de enero de 1977. Me había presentado con ella, la primera que escribía en mi vida ajustada al género “cuento” según yo lo entendía entonces, a un concurso navideño que vi anunciado en ese periódico en Ávila dos días antes de que finalizara el plazo para presentarse. En aquellos tiempos, yo era un joven estudiante que había abandonado la carrera de ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. En los dos años que había pasado estudiando matemáticas, física o dibujo, no había podido leer casi nada, de modo que estaba ansioso de volver a mi querida afición literaria, y es que siempre había amado la literatura por encima de todas las cosas, en sus facetas de lectura y de escritura, y ya en el colegio me gustaba hacer teatro y escribir artículos para la revista anual y leer poemas en las veladas artísticas. (Hace poco encontré, en un viejo cuaderno mío de cuando tenía 13 años, unas entrañables y melancólicas líneas escritas “a la tenue luz del atardecer”). Así que he de reconocer que la decisión de cambiar mis estudios de ingeniería por los de derecho fue una de las más acertadas de mi vida, no tanto por los nuevos estudios como por el abandono de los antiguos. De modo que cuando vi la convocatoria del concurso de cuentos, sentí renacer en mí el deseo y la esperanza de relacionarme en el futuro, en vez de con los números, con las palabras. Quiero aclarar, en este punto, que de mi breve, o largo, según se mire, paso por el  mundo de las matemáticas no quedó en mí ninguna clase de odio hacia ellas, todo lo contrario, me despedí con una gran admiración hacia esta disciplina que, no obstante no ser la mía, siempre he considerado fundamental para el progreso de la Humanidad. Y así, más o menos con estas palabras, se lo expresé a un profesor de cálculo infinitesimal, de excepcional valía, que casualmente me encontré por esas fechas una mañana de domingo en Ávila.
El caso es que me dirigí a la redacción del periódico la tarde en que finalizaba el plazo para presentarse al concurso. En realidad era ya de noche y nevaba copiosamente. Yo llevaba conmigo el sobre con mi cuento, un cuento en el que había trabajado durante dos días y en el que confiaba plenamente. En mi ingenuidad y alegría, pensaba incluso que podía ganar. Pero aunque no ganó, quedó clasificado en 5ª posición de entre el total de los 70 trabajos presentados y fue publicado, lo cual representó para mí una alegría inmensa. De esto hace ya más de 34 años. He escaneado este cuento, mi primer cuento, y lo reproduzco aquí para que pueda leerse por quien lo desee. 
Desde entonces no he dejado de escribir en silencio. Los cuentos de “Así me pierdo en las ciudades” no son fruto de dos entusiásticas tardes juveniles sino de largos días con sus noches de depuración literaria, fruto del asombro y de mi mayor experiencia en todos los sentidos. Entre “Susana, el payaso y la carpa mágica” y estos cuentos ha habido otros muchos textos, algunos publicados en libros colectivos, como los de la importante “Antología del cuento español, 1985”, que se editó con el fin de distribuirse en los departamentos de español de las Universidades de Estados Unidos, o los del libro “Cuentos estructurados”, que obtuvo en 1987 el premio para Libros de Cuentos “Emilio Hurtado” de León. Pero todo esto lo conocía poca gente. El hecho de que yo también, hace poco, me decidiera a probar suerte en el campo del microrrelato, como tantos jóvenes de hoy en día, se debió en primer lugar a que me considerara lo suficientemente capacitado como para afrontar este género, al haber sido siempre mi especialidad literaria el relato corto, incluso el muy corto, luego el probar a hacerlo aún más corto me parecía perfectamente posible. En segundo lugar, el hecho de tener que ajustarme para contar una historia a un breve número de caracteres me resultaba enormemente tentador como entrenamiento literario, una especie de campo de pruebas donde afinar mi puntería linguística. Y a todo ello se sumaba el esperanzador panorama literario que me parecía ver resurgir auspiciado por los concursos de microrrelatos y por algunas editoriales, como la sevillana Hipálage, donde publiqué algunos de los míos. Yo veía en esto una renovación de la literatura, de pronto me maravilló ver a tanta gente joven entusiasmada como yo aquella tarde nevada caminando como hormigas por sus páginas en blanco con sus historias a cuestas. Confieso que me sentí profundamente acompañado en la soledad de la escritura. Por decirlo de otra manera, la literatura me volvía a parecer posible en su manifestación más pura, podía constatar que las palabras seguían ahí cuando parecía que algunas grandes editoriales las habían secuestrado en sus gruesos best-sellers, en esos tochos de libros fabricados expresamente para vendérselos a quien tiene el gusto literario grueso como sus lomos y en los que sobran al menos la mitad de las páginas. Con los microrrelatos volvían Borges y Augusto Monterroso, y surgían por doquier brotes verdes de calidad literaria en el vasto campo de la creación.
Así que estos son los motivos por los que quienes me han conocido de unos años a esta parte y no sabían de mi vocación literaria, me hayan encontrado justo en esta fase de los microrrelatos y ahora en plena edición de los relatos de “Así me pierdo en las ciudades”. También es cierto que algunas personas, que sí sabían de mis cuentos y que incluso los habían leído, me llevaban reclamando desde hacía tiempo otro libro. Pues este es ese “otro libro”. ¡Por fin!, es lo que habría que decir antes que mostrar extrañeza por su aparición, aunque entiendo perfectamente todas las reacciones, incluso que me dejen de hablar. Precisamente esto me ocurrió en La Coruña, ciudad en la que vivía cuando gané el Premio Emilio Hurtado, con dos personas con las que mantenía hasta entonces un trato cordial y que me retiraron la palabra en cuanto se enteraron de la concesión de ese premio. La vida, como puede verse, es literatura en vena.